Reínte – En Vano

Ohaiva’ekue: Manuel Ortiz Guerrero ¦ Omoñe’ẽasa: Marisol Centurión Benítez

Reínte

Reínte ere ndacherayhuveimaha

reínte che rembégui nderesaraise.

Ani rehekátei ambue mborayhu sapy’ápe

ambue tembe ñehetũme nderemboguemo’ãi.

Ha ambue tembére eñeha’ãitévo

nderayhuetévagui reñembyesaraise,

emboguéta ndekera’yvotýpe

ha katu cheñehetũ ha kunu’ũ…nahániri!

Ahecha nde resa oheka chema’ẽ

ha jahe’o tuichápe ndepécho jopývo;

ahechávo nderesayke tesaýpe ojaho’ívo

ñembyasy tuichaitépe cherasẽse avei.

Reínte ere ndacherayhuveimaha

ha péicha jahasava’ekue reñotỹse;

Kuña…! Roñyrõ ha cheresaráima mba’evaígui

Eju…! Che rembéko nde resay omokãse.

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En Vano

En vano es tú digas que a mí ya no me quieres,

en vano es que tú quieras mis besos olvidar.

No busques el olvido en órgicos placeres,

con besos de otros labios no los podrás borrar.

Y cuando en otros labios pretendas con empeño

borrar de tu memoria a quien tanto te amó,

conseguirás tan solo borrarlo como un sueño,

pero borrar mis besos y mis caricias… NO!

He visto que tus ojos buscaban mis miradas

y en llantos convulsivos tus senos agitar;

al ver tus dos mejillas en lágrimas bañadas

con un dolor muy grande también quise llorar.

En vano es que tú digas que a mí ya no me quieres

y así nuestro pasado lo quieras sepultar;

mujer…!, yo te perdono y olvido tus agravios,

venid…!, quieren mis labios tus lágrimas secar.

Manuel Ortiz Guerrero

Manuel Ortiz Guerrero

Manuel Ortiz Guerrero nació en el barrio Ybaroty, en la ciudad de Villarrica del Espíritu Santo, Paraguay, el 16 de julio de 1894, hijo de Vicente Ortiz y Susana Guerrero, quien falleció al dar a luz al niño. Fue criado por su abuela paterna, doña Florencia Ortiz. Realizó sus primeros estudios en una escuela de Villarrica, destacándose en su niñez por su contracción a las faenas escolares.

Tímido y retraído, era afectuoso y afecto a la soledad. En el Colegio Nacional de Villarrica sobresalió como declamador, ya por entonces, escribió sus primeros versos. Sus compañeros comenzaron a llamarle con el apodo que lo inmortalizaría: Manú.

Fue en su época uno de los pocos que representaba el modernismo. Fueron sus compañeros, relevantes figuras de las letras paraguayas, como Natalicio González, Leopoldo Ramos Giménez, Facundo Recalde.

En 1912, intervino en una lucha armada, acompañando a su padre. Derrotado el bando donde militara el poeta, tuvo que marchar al exilio, en el Brasil, donde contrajo el beri-beri y se engendró el mal que acabaría tempranamente con su vida.

Su enfermedad, ensombreció su vida social, no así su producción literaria, aparece varias veces en sus versos. Mucho antes había viajado a Asunción para completar la secundaria en el Colegio Nacional. Allí adquirió la fama de orador y recitador, y vivió un prolífico período de bohemia escribiendo para los diarios y algunas revistas literarias. Su obra en castellano recibió las influencias de Rubén Darío, aunque sus mejores trabajos los escribió en guaraní. Algunos versos alternan ambos idiomas. Su estilo no fue uniforme.

Con el avance de su enfermedad, decidió volver a Villarrica, donde se encerró a vivir con gran dignidad sin pedir o aceptar la ayuda de nadie. Dejó de salir a la calle durante el día, de allí que en las representaciones de su persona siempre apareció totalmente cubierto por una gran capa negra y un sombrero de alas muy anchas. Compró una imprenta e instaló su propia editorial, Zurucu’á-Editoral Paraguaya, que manejaba con su compañera, Daidamia, gracias a la cual recuperó la alegría de vivir.

Publicó sus primeros poemas en la “Revista del Centro Estudiantil”, luego de lo cual, periódicos capitalinos le abrieron sus puertas. Una de sus obras más consagradas, el bellísimo poema “Loca” apareció en la revista “Letras” y concitó la atención general y con él, el poeta llegó al alma de su pueblo. Vive por entonces con el también poeta Guillermo Molinas Rolón. Su más importante biógrafo y compañero, el dramaturgo Arturo Alsina escribe acerca de aquella época: “…En la casucha que les sirve de albergue no se come todos los días y en las noches de invierno han de dormir por turno para poder utilizar la única frazada con que cuentan”.

Alsina, sentencia: “Independientemente a su vasta contribución a las letras paraguayas y a la influencia moral que ejerció, hay que sumar aquella de significación espiritual que, prolongándose en el tiempo, no cesa de dar frutos… El folklore, la música, la poesía, el teatro de sentido popular, encuentran en él, en algunos géneros el creador, en otros, el alentador de aliento poderoso… Ante él acuden Julio Correa, tímido con las primeras escenas de su autóctono teatro, con sus versos, comprimidas viñetas de emoción; Gómez Serrato, con los originales de “Jasy jatere”, que Manú prologa y edita…”

Reunía en sí los rasgos típicos del poeta de su tiempo: bohemia impenitente, alto contenido de romanticismo en sus actos, gestos y escritos, amistad prodigada sin dobleces, nobleza espiritual y alto altruismo, dignidad a toda prueba. Se cuenta que hurtaba velas del camposanto para alumbrar sus noches, que compartía con otros poetas y músicos, como él.

Sus grandes obras siguen a “Loca”; “Raída poty”, “Guarán-i”, “La sortija”, “Diana de gloria”.

La lírica de Manuel Ortiz Guerrero es un marco referencial para estudiar a todos los poetas líricos connacionales. Su vida fue rara y embellecida mezcla de grandeza y dolor. Cuando madura el poeta y sus versos brotan a borbotones como un acto fisiológico de vivir; cuando el alma viste el ropaje de la virtud y el talento, la carne sufre el látigo de una enfermedad incurable y el destino sella la fatalidad de una temprana muerte.

Escribió indistintamente en español y en guaraní, aunque en guaraní, logró resultados admirables, sobre todo en los bellísimos poemas que sirven de texto a las guaranias más importantes del Maestro José Asunción Flores: “Panambí verá”, “Nde rendape aju”,”Kerasy”y”Paraguaype”. En su libro “La poesía paraguaya – Historia de una incógnita” escribe el crítico e intelectual brasileño Walter Wey: “Ortiz Guerrero personificó el heroísmo de ser intelectual en un Paraguay sin editores, todavía, el de tener que vivir exclusivamente del arte, ya que no sabía hacer otra cosa que poetizar y tocar la guitarra. Fue el poeta y el tipógrafo de sus poesías.

Las imprimía en la pequeña y tosca máquina tipográfica de su propiedad y vendía los folletos de puerta en puerta. Consiguió conmover al pueblo y lo obligó a volverse sentimentalmente hacia el pobre leproso, que ya al fin de su vida, recibía los últimos amigos en el rincón más oscuro del miserable cuarto, colocando las siglas estratégicamente distantes de la cama, para que ellos no viesen la “carne pecadora que ya tiene las señales profundas de la vida” lo que realzaba, entre tanto, aún más, los hermosos “ojos de color esperanza”. Las huellas de esta lucha con la vida y por la vida quedaron en algunos de sus versos y en la prosa de los anuncios dolientes que ponía en los folletos intitulados “Cantimplora”, que atestiguan el doloroso destino del poeta de guaranítico aliento para cantar e implorar que le comprasen los libros…”

Su producción literaria es considerada como la más popular en la historia de las letras paraguayas, data de la década de los años ‘20 en la cual publicó poemarios como “Surgente”, “Pepitas” y “Nubes del este” y obras teatrales como “Eireté”, “La conquista” y “El crimen de Tintalila”. Póstumamente aparecieron sus “Obras completas” – sin incluir trabajos inéditos- en1952, y “Arenillas de mi tierra”, en 1969. También escribió, a más de las ya citadas letras en guaraní para las guaranias de su compañero y amigo José Asunción Flores, “Buenos Aires, salud”, Delirio de Pizzicato, Endoso Lírico, La amarga plegaria de unos labios en flor, Suma de Bienes, La Amada Inefable, junto a las letras musicalizadas de Canción del Soldado, Paraguaýpe, Nde Rendápe Aju, Panambí Vera, la segunda letra de India (que es la versión conocida universalmente), son flores de un vergel que aún perdura con su aroma lírico en la poesía paraguaya. Es justo reconocer la talla de artista, la solidaridad en la lucha por fortalecer la producción cultural, cuando alienta a José Asunción Flores a seguir creando, a sobreponerse de los embates de los descreídos y al desaliento de una crítica inmisericorde, incentivándolo a proseguir la lucha, continuar creando.

Casado con su inseparable compañera Dalmacia, falleció el 8 de mayo de 1933, víctima del mal de Hansen, antes de cumplir cuarenta años. Sus restos reposan en su ciudad natal y una céntrica plaza asuncena que lleva el nombre de “Manuel Ortiz Guerrero y José Asunción Flores” perenniza la memoria de estos creadores, sin duda de los más populares en la rica historia del arte paraguayo.

Oñeguenohẽ: https://mec.gov.py/recursos/manuel-ortiz-guerrero -gui

Marisol Centurión Benítez

Cherehegua

Cheréra Marisol Centurión Benítez, aguereko 43 ary, chereñói 11 jasypoteĩme táva Ciudad del Este-pe ary 1978-pe. Che membykuéra héra Marcos, Jeruti, Damián, Victoria ha Ana.
Ary 2004 amohu’ã mbo’ehararã guaraníme, Ateneo de Lengua y Cultura Guaraníme, Regional J. Augusto Saldívar-pe. Heta mbo’esyry ajapo upe rire.
Ary 2019 amohu’ã Guarani ñe’ẽte Mbo’ekuaahararã. Ateneo de Lengua y Cultura Guaraníme, Regional Limpio-pe. Ary 2020 ajapo mbo’esyry hérava “Proyecto Educativo “, Fundación Yvy Marae’ỹ ryepýpe.
Ko arýpe amoñepyrũ ha amboguata mbo’esyry ha’éva Tecnicatura: Castellano-Guarani, Fundación Yvy Marae’ỹme.
Ary 2.013 guive ambo’e Guarani ñe’ẽ, mbo’esyry 8hápe. Mbo’ehao San Luis-pe ko’ág̃a peve. Ary 2.018-pe añepyrũ amba’apo Mbo’ehao privado San Marcos-pe, ambo’évo guarani ag̃a peve. Peicha ára ha ára añeha’ã akakuaa, ame’ẽvo mba’e iporãva temimbo’épe ha opa cherechávape.